PILARES DE UNA TOMA DE DECISIÓN ÉTICA DESDE UNA PERSPECTIVA ADMINISTRATIVA

PILARES DE UNA TOMA DE DECISIÓN ÉTICA DESDE UNA PERSPECTIVA ADMINISTRATIVA

Por: Pedro Nel Rueda Ferrín

Es difícil hablar de situaciones éticas, y decisiones morales, máxime si no sabemos a ciencia cierta las diferencias entre lo ético y lo moral. Esta diferencia siempre ha sido centro de debate de filósofos modernos y también pensadores del tiempo antiguo. Pues bien, como conclusión desde mi perspectiva afirmo que la gran diferencia de lo ético y lo moral está en que lo moral hace referencia a lo social, es decir, aquellos parámetros y ese conjunto de normas escritas o enunciadas que clasifican la conducta entre bueno o malo, esos parámetros están estimulados por las organizaciones sociales y culturales, religiones, Estados, códigos, etc. Por otro lado, lo ético corresponde a esa reflexión racional que se hace precisamente de la conducta moral, es decir, la ética justifica, elimina o modifica los parámetros morales.

El hecho de conocer la diferencias de estos dos conceptos, no garantiza un análisis optimo, al momento de llegar al punto del análisis de lo bueno y lo malo, ya que, al final de los acontecimientos y de las decisiones, “lo correcto” con frecuencia no es lo contrarío a “lo incorrecto” y viceversa.

Lo que podemos afirmar, es que hay “pilares” que permiten asegurar que las decisiones que se tomen, estén dentro de los parámetros que la moral estipula como correctos.

El área administrativa muchas veces no es relacionada con la parte ética, aunque en los últimos años se habla mucho de responsabilidad social empresarial, calidad, y sinceridad con el consumidor, pero al final, el administrador moderno tiene tan estructurado conceptos como productividad y rendimiento, que lo ético pasa a un segundo plano.

Los directivos del siglo XXI deben de estar en la capacidad de tomar sus decisiones de forma ética, que aunque no tenemos un concepto claro de lo ético, las decisiones deben de estar enmarcadas bajo parámetros de bienestar y responsabilidad para que sean correctas y éticamente “buenas”. Estas decisiones pueden guiarse por tres principios administrativos fundamentales, principios que al final, también se vuelven éticos.

El primero de ellos es la calidad, concepto muy estructurado en la administración moderna, en donde actualmente todas las empresas buscan certificarse en parámetros de calidad, como aquello que le asegura al cliente final una buena compra, pero que tiene ¿que ver la calidad con lo ético?, la respuesta está en la palabra “consecuencias”.

Un proceso de toma de decisiones éticas, va a exigir reconocer los riesgos potenciales de esa decisión, y esas consecuencias van a estar directamente relacionadas con los conceptos de estrategia y planeación. Por otra parte, una decisión administrativa ética debe de tolerar las diferencias individuales, el gerente moderno debe de olvidarse de la frase “nuestra manera de hacer las cosas es la mejor” y por el contrario pensar que siempre, los otros grupos productivos van a poder hacer los procesos de una mejor manera que la propia.

Las decisiones administrativas éticas, deben de tener presentes principios básicos sobre igualdad de oportunidades, y dejar a un lado prejuicios inconsistentes y totalmente fuera de foco teniendo en cuenta nuestro entorno actual, con respecto a quienes son distintos en cuanto al sexo, nacionalidad, raza, profesión, etc.

Los directivos modernos deben de ir más allá de las causas evidentes, y verdaderamente recopilar datos que les permitan determinar a ciencia cierta la raíz del problema o la situación, muchas veces, los directivos se basan en estereotipos, en percepciones, en lugar de hacerlo en datos sobre las personas o sobre el acontecimiento futuro, esto al final, genera más probabilidades de adoptar decisiones menos justas, menos correctas y tal vez, menos conformes a la legislación. Esto quiere decir, que los directivos deben plantearse concienzudamente todas las posibilidades que pueden suceder posteriores a tomar una decisión, para poder diagnosticas la situación y optar por un camino u otro.

Mientras que la calidad de la que hablábamos anteriormente se encarga de la evaluación de una amplia variedad de consecuencias, el siguiente pilar, la amplitud, exige que se tenga en cuenta la verdadera incidencia que trae la decisiones sobre todos aquellos interesados o afectados. Este concepto de amplitud, aplicado en especial a este contexto, corresponde a aquel esfuerzo que deben hacer las empresas para imaginar otras posibles consecuencias morales para otros interesados, y no solamente tener presente el fin que se quiere alcanzar. Si nos pusiéramos estrictos en cuanto a la contextualización de la ética, lo anterior quiere decir, que no solamente debemos de tener en cuenta el fin (Utilitarismo), sino también los medios y las consecuencias de los actos (Consecuencialismo), y principalmente la escuela emotivista.

De acuerdo a lo anterior, no solamente las empresas se deben enfocar en su objetivo final, sino también en los riesgos, no solo empresariales y económicos, sino también sociales; muchas veces los empresarios no tienen en cuenta los acontecimientos poco probables, e impulsan esa toma de decisión obviando ese porcentaje de probabilidad negativa, es necesario entonces, tener debidamente en cuenta este tipo de acontecimientos porque muchas veces esa probabilidad tan pequeña se da, y es esa la que más afecta todos los elementos que intervienen en esa decisión.

Dentro del concepto de amplitud, también debemos de hablar sobre el futuro y el presente, ya que, en las decisiones, muchas personas solo se dan cuenta de las consecuencias inmediatas, sin darse cuenta que la repercusión de las decisiones suele aumentar con el tiempo, es decir, que al final, las decisiones que se tomen, repercuten en el futuro y también en el presente, y que, a lo largo del tiempo, las consecuencias se incrementan para mal o para bien, toda vez que siempre será más beneficioso y estratégico la transparencia en las practicas del negocio, que ser “cogido” por sorpresa en un momento posterior. Al final, el ocuparse de las consecuencias a lo largo del tiempo, permiten incrementar las posibilidades de éxito de la decisión tomada.

Finalmente el último pilar del cual se puede hablar es la honradez, este término es muy usado en la cotidianidad, y siempre es relacionado con el hecho de robar o no, lo que no sabemos, es que el concepto no solamente se relaciona con el robo sino también con elementos como conciencia propia y a su vez con “brújula moral” que no es más que hablar de coherencia. Es decir, la decisión debe ser sincera con la empresa, con su entorno, con los entes afectados por esa decisión pero también debe ser coherente con lo que se cree, con lo que se quiere, con lo que se profesa y por lo que se opta. Una empresa no puede tener en su planeación estratégica y valores organizacionales el respeto por el medio ambiente o el ecologismo, si sus plantas son las que están dañando el entorno ecológico de las zonas donde están ubicadas. Por otro lado, la honradez también incluye la confianza, es decir, el exceso de confianza junto con otros prejuicios organizacionales es un verdadero obstáculo para la toma de decisiones racionales y éticas. Las empresas que tienen un exceso de confianza en sí mismas y en su entorno y compresión de este, renuncian a la búsqueda de información adicional y de más calidad, afectando los dos pilares anteriormente mencionados y generando al final decisiones erróneas.

El concepto de honradez en este contexto, hace también referencia a que al momento de tomar la decisión, el directivo o las empresas deben de poder pararse en la posición de las personas implicadas y preguntarse verdaderamente si las personas que más tienen que perder aceptarían las razones que se les darán.

En conclusión, como se enuncio en un principio, no es fácil ni tampoco es claro, el concepto de lo correcto, porque lo que para mí es correcto, para otro puede no serlo, pero si debemos de tener en cuenta, que las decisiones que tomemos, como empresarios, como personas, o bien, individuales, siempre traerán consecuencias, consecuencias que afectaran a personas, entidades, ambiente, consecuencias que al final evaluaran el éxito o el fracaso de esa decisión y que ahí si determinará si fue correcta o no.


Basado en: Los tres pilares de una toma de decisiones ética. Max Bazerman. David Messick. Harvard Deusto Business Review. 2007.

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